¿Quién es la escultura de sí mismo?

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los-singulares-individuos¿Quién es la escultura de sí mismo? es una metáfora recurrente en el libro de relatos Los singulares individuos (La isla de Siltolá, Sevilla, 2016) de Albert Lladó (Barcelona, 1980) que, a través de cuatro secciones, presenta una serie de historias vestidas con filosofía, humor, ironía y denuncia hacia situaciones protagonizadas por personajes que intentan romper con su rutina diaria o bien dejarse llevar por ella. En estos cuentos también hay lugar para reflexionar sobre los escritores que pueblan la obra así como las amenazas sociales que acechan nuestros tiempos. Todos estos ingredientes están precedidos por cuatro citas que abren cada apartado del libro a las que les siguen textos con giros narrativos al final que invitan a una relectura y a más de una posible interpretación de los mismos.

Este compendio de relatos se estructura en cuatro agrupaciones que van acompañadas de una cita que plasma una idea que se percibe en los textos ubicados en cada una de las partes de la obra. Las tres primeras son fruto de filósofos mientras que la tercera procede de una poeta. Sin embargo, la filosofía se halla en las venas de cada texto, dándoles forma como las olas a las rocas de un acantilado. La cita de Eugenio Trias da pie a personajes particulares a la vez que evoca al título de la obra mientras que la siguiente, de Miguel Morey, trata sobre el fracaso, el cual enlaza con la esperanza de la frase de María Zambrano. La última parte lamenta la falta de libertad que se respira en las palabras de René Char así como en las narraciones breves que le siguen. Por ello, estas cuatro menciones son un indicador de lo que está por venir aunque las historias que componen Los singulares individuos sean más que filosofía. En la mayoría de los casos no hace falta tener conocimientos básicos de este campo del saber, ya que hay más factores a tener en cuenta a pesar de que ser un entendido en la materia ofrece unos intertextos y una visión del libro que no todos poseen.

Un lugar común entre los autores es comentar los vicios y virtudes del arte de escribir al que se le suma los de los periodistas, ya que Lladó es uno de ellos. El ingenio literario en «Estilo propio» y «La sostenibilidad» se contrapone a la frustración del protagonista de «La vocación» quien, a pesar de probar varias experiencias que sirvan como motivo narrativo, no acaba de rellenar una hoja en blanco. En cambio, en los otros dos relatos este objetivo se consigue, siendo «La sostenibilidad» la hipérbole de la producción de textos literarios en masa. A esta serie de situaciones se le suman «Palimpsesto», «Ambiente exclusivo» y «Joystick» que critican, partiendo de la prensa, la presión que se siente ante la fecha de entrega en los dos primeros textos mientras que el tercero muestra un futuro distópico, no muy lejos de lo que sucede en el presente, en el que toda noticia está preparada según unos parámetros establecidos por las empresas patrocinadoras. En medio de esta lucha de egos y miedos se halla «La tradición» que como una lapida se repite cíclicamente sin envejecer un solo día.

 El reproche a la práctica periodística lanzado en «Joystick» se extrapola a otros hábitos de la sociedad que se denuncian como la esclavitud que aceptamos los humanos ante las nuevas tecnologías en «La sonrisa vertical» o el miedo hacia personas de origen arábigo en «La espuma de los días». En el primer relato el ser humano ha dado un nuevo paso hacia su evolución como especie al bajar la cabeza para observar las pantallas táctiles de aparatos electrónicos portátiles, lo cual ha obligado a que todo el poder visual de la publicidad y señales de tráfico se transformen en signos lumínicos impregnados en el suelo, ya que, de lo contrario, nadie alzará su cabeza para mirar al cielo. Con esto, el texto nos enseña una ventana a un futuro posible y aterrador. Por su parte, el cuento dedicado al miedo a los árabes prueba que un grano de arena puede generar una tormenta que, si los personajes de esta historia no tuvieran prejuicios raciales, podría evitarse.

A la hora de ubicar las narraciones de esta obra se ha elegido la ciudad que está poblada por un tejido urbano que es palpable en «Balada para dos locos» donde sin el eco de habitantes que deambulan entre la pareja, su baile sería menos relevante, puesto que las calles llenas de gente paseando es lo que enriquece la imagen de una metrópoli. Este mismo recurso aparece en «Puras matemáticas» donde la ruta que emprenden los protagonistas del punto A al punto B está repleto de personas que se cruzan en su camino y que conforman las zonas de la ciudad por las que pasan. Su intervención en el relato como parte del paisaje es cómico, ya que sirven como baches para dos personas que tienen que llegar a su destino sin perder un segundo. Desde la memoria vemos el cambio de un cruce de caminos en «Cita con la luna» donde converge un pasado nostálgico con un presente frío en un objeto callejero. No obstante, el mejor reflejo de un municipio, ya sea grande o pequeño, es el punto de encuentro en el que todo el mundo converge en «El refugio».

En definitiva, Los singulares individuos basa sus textos en la filosofía y en la presentación de tipos con vivencias rutinarias o cambiantes. Esta obra no es para leerla de forma rápida sin prestar atención a los pequeños detalles, sino que es preferible detenerse a reflexionar en la propuesta de cada historia para llegar a amarla u odiarla. ¡Entra y ponte cómodo!

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