El pasado siempre vuelve

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81jMWrmiiGL._AC_UF894,1000_QL80_DpWeblab_Luna Miguel debuta en la novela con El funeral de Lolita (Lumen, Barcelona, 2018). Esta obra aborda lo que surge tras el fallecimiento de un antiguo profesor de Helena, la protagonista. La invitación al entierro la descoloca. Esta chica aprovecha que le han pedido que se despida del difunto para rendir cuentas con su pasado. La autora impregna el texto de una prosa poética que discurre con gran fluidez. No es de extrañar, ya que ella también es poeta.

La joven recibe la noticia de la muerte de su maestro, Roberto, y no sabe cómo actuar. Es una noticia inesperada. Esta pérdida no inicia un proceso de duelo. Despierta recuerdos que la chica creía sepultados en su memoria. De pequeña perdió a su madre, en la adolescencia a su padre. Tras quedarse huérfana, partió de su natal Alcalá de Henares con sus abuelos. Dejó atrás toda su vida para empezar una nueva. Cortó con todo y todos. Hasta que no lee el fatídico mensaje, no reflotan los recuerdos dolorosos. Revive la relación sentimental tormentosa que tuvo con su educador. Resucitan sus demonios. Los encara. De este modo, intenta cerrar viejas heridas. Paralelamente a este proceso, se incide en un nudo molesto en el cabello de la muchacha. Sus dudas sobre cómo seguir adelante se materializan en esa maraña de pelos que le molesta.

Miguel retrata a Helena como una mujer sensorial. La protagonista de la historia calma sus nervios comiendo y bebiendo en grandes cantidades. Ella trabaja como crítica gastronómica en una revista especializada, con lo cual suele servirse de sus sentidos en su empleo. Además, realiza asociaciones sensitivas con el gusto y el olfato. Dichas relaciones construyen una memoria que designa a personas con olores o sabores. Esta constante en la trama resulta atractiva, ya que logra descripciones precisas con una palabra. La autora no se sirve de largas explicaciones para imaginarse a alguien. Le basta con pequeños rasgos distintivos. El tacto, en cambio, hace referencia al dolor. El cuerpo de Roberto palpando a su estudiante o el bulto incordiante del cabello de la joven. Tocar duele. Comer alivia. Oler describe.

Al elaborar un texto narrativo, hay mil maneras de enfatizar las partes de la historia. No importa si se trata de un escrito longevo o breve. La extensión de las frases y de los puntos y aparte otorga otro significado al relato. Miguel, como poeta, probablemente es consciente de este hecho. En esta novela se coloca en una sola línea una oración. De este modo, su contenido cobra mayor importancia. Se dan casos de páginas enteras nacidas de este recurso narrativo. Esta distribución, a su vez, encierra una intención poética. Hoy en día apenas existen restricciones a la hora de crear lírica. Verso libre, en prosa o con lenguaje conversacional marcan los tiempos modernos. La huella poética de la autora se palpa cuando hallamos fragmentos de la obra con esta disposición. Por otro lado, el ritmo fluido, las imágenes, los simbolismos y las asociaciones que pueblan la narración respiran poesía.

El funeral de Lolita es un ajuste de cuentas con el pasado. Luna Miguel da vida a Helena que en su adolescencia fue deseada por su profesor. Su muerte inicia un viaje personal e introspectivo. En la novela se respira un lirismo magnético.

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