Máquinas del tiempo en el cine

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Las máquinas del tiempo son la herramienta principal de los films de viajes en el tiempo que ocurren mediante algún mecanismo científico extraordinario del que se suele explicar qué botones pulsar para retroceder o avanzar en el flujo del espacio-tiempo. En la historia del cine de ciencia-ficción, género en el que estos artefactos son más comunes, existen máquinas del tiempo popularmente conocidas como el modelo DeLorean DMC-12 de 1981 de la saga cinematográfica Back to the Future o la cabina telefónica donde viajan Bill y Ted. Otras, pese a ser grandes cintas, apenas se han asentado en la cultura popular. Ejemplo de ello son las películas Thrill Seeker (Mario Azzopardi, TBS, 1999) o Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, Karbo Vantas Entertainment, 2007) donde las máquinas del tiempo que nos presentan son singulares por su empleo y concepción.

Thrill Seeker trata sobre cómo un reportero televisivo especializado en cubrir catástrofes, Tom Merrick, está en horas bajas debido a que dos de sus compañeros de trabajo fallecieron en un incendio del que Merrick no quería irse. Al volver a trabajar, le encargan una crónica sobre grandes desastres de la Humanidad. En varias imágenes de estos acontecimientos aparece un hombre de negro con el que el periodista se topa en un avión y un vagón de metro. Este personaje misterioso es un turista del tiempo que visita hechos trágicos de la Historia para pasar un buen rato viendo cómo muere gente a pesar de que en su época esté prohibido viajar en el tiempo. Solo realizan esta actividad los federales del tiempo y la empresa que comercializa de forma ilegal el transmisor remoto temporal o TRT. Según explican en el film, esta máquina del tiempo funciona de la siguiente manera: “Use este transmisor remoto temporal con un bloqueador incorporado de frecuencia isométrica que le garantiza inmunidad contra la detección de los federales del tiempo y en pocos segundos le transportaremos al comienzo de una aventura”.

En resumen, al pulsar un botón de este artilugio futurista con forma de tableta, se retrocede en el tiempo. El propio Merrick presencia cómo su hijo pequeño perece en una explosión en un estadio de Chicago durante un partido de hockey que está en la lista de paradas cronoturísticas. El reportero utiliza el artefacto, cambia la Historia y esta práctica continúa produciéndose en el futuro. Utilizar un aparato que transporte a personas a través del continuum espacio-tiempo para atestiguar muertes trágicas del pasado para el deleite personal, sin intervenir en ellas, conlleva debates morales y peligros, ya que si alguien reescribe la Historia las olas de ese cambio en el espacio-tiempo son imprevisibles. La mera comercialización de una máquina del tiempo ya produce más daño que una bomba nuclear. Por ello, es comprensible que en el futuro del que proceden los cronoturistas esté prohibido moverse por la Historia como quien se va de vacaciones.

El uso de la máquina del tiempo en el film Los cronocrímenes es más modesto. Un matrimonio se muda a una casa en la montaña. El marido, Héctor, se aventura en el bosque al ver los pechos de una mujer, lo cual le lleva a tropezar con un tipo con el rostro cubierto de vendas rosas que lo persigue por el bosque. Para esconderse de su captor, se refugia en una finca vecina que alberga una especie de jacuzzi que un chico tapa mediante un mando que va enchufado a una serie de aparatos tecnológicos que ocupan todo el bunker en el que se hallan los dos. Al entrar Héctor en este receptáculo, se sumerge en un líquido lechoso. Al salir, el fluido desaparece. El joven le explica que acaba de viajar unas horas atrás en el tiempo. Los dos viajes al pasado que realiza Héctor no alteran el curso natural de la Historia, ya que las acciones que efectúa en esas horas las complementa con los otros dos remanentes temporales que coexisten en este fragmento de tiempo. Por ello, en este caso no se altera la línea temporal por las acciones del viajero del tiempo ni se crean paradojas o interacciones directas entre los reflejos en el tiempo de Héctor.

Esta máquina del tiempo funciona con tres baterías con forma de cápsula y el agua blanquecina que se vierte en una cubeta gigante con forma circular que se tapa con una placa que se mueve con unos mandos. El muchacho del búnker, que se queda en unas instalaciones científicas en fin de semana sin autorización, no ha inventado este artefacto que, probablemente, han desarrollado un equipo de investigadores del centro en el que Héctor y él se encuentran. Por ello, este artefacto ha sido construido en el presente por unas mentes que han resuelto el viaje espacio-temporal. A diferencia del TRT, esta tecnología está empezando a andar como demuestra el espacio físico que ocupan los mecanismos necesarios para hacerla funcionar.Las máquinas del tiempo utilizadas en Thrill Seeker y Los cronocrímenes representan dos de los paradigmas más utilizados en los largometrajes de ciencia-ficción. El dispositivo para viajar en el tiempo procedente de un futuro con una tecnología avanzada que permite simplificar el viaje espacio-temporal, como sucede en el primer caso, y el artefacto de grandes dimensiones que se construye en el presente narrativo por uno o varios científicos brillantes que están testando el artilugio. Sin embargo, el uso que se les da a esta tecnología en ambas cintas resulta singular debido a que no es habitual el turismo por desastres en la Historia o retroceder en el tiempo sin cambiar el pasado.

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