La libertad es leer

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El hombre que volvió a la ciudadEl hombre que volvió a la ciudad (George Pelecanos, RBA, Barcelona, 2019) narra la reinserción en la sociedad de Michael Hudson tras pasar un año en un centro de detención de Washington D.C. El exconvicto logra salir gracias a que un detective privado, Phil Ornazian, coacciona a un testigo del robo en el que Hudson participó. Si bien el expresidiario simboliza las segundas oportunidades, el investigador refleja la adicción al peligro. Este personaje unto a Thaddeus Ward, un veterano de Vietnam y antiguo policía reconvertido en agente de fianzas judiciales, realizan algunos trabajos ilegales contra criminales de los que obtienen ganancias extras. Ornazian atrae a Hudson a un par de faenas bajo la amenaza de que él puede hacer que el joven vuelva a prisión. El exconvicto ha deambulado durante toda su vida de un delito a otro sin rumbo fijo. Su última estancia entre rejas despierta en él una pasión por los libros a través de las recomendaciones de la bibliotecaria penitenciaria, Anna. La literatura, por tanto, se convierte en una entidad transformadora para el chico. Le cambia la vida. En esta obra, a su vez, se respira nostalgia hacia una ciudad en continuo cambio.

Phil Ornazian y Thaddeus Ward se jubilaron como agentes del orden. Cumplieron con su deber. Sin embargo, necesitan sentir en cada poro de su piel el frenesí de la acción y el riesgo que conlleva una investigación criminal. No les importa actuar fuera de la ley. Se justifican alegando que lo hacen para ayudar a quien el sistema deja de lado o para que a su familia no les falte dinero cuando ellos no estén. Esos motivos se lo repiten a ellos mismos como un mantra. Se mienten a sí mismos. A través de una de estas prácticas es como Ornazian logra silenciar al testigo que podría haber perjudicado a Michael Hudson por un delito. El detenido, a diferencia de los dos antiguos policías, decide dejar de delinquir.

En prisión el joven halla una actividad que alimenta su mente, le permite viajar sin tener que desplazarse y lo invita a reflexionar sobre la vida. Se enamora de la lectura. Devora libros en su celda, se adscribe al club de lectura del centro penitenciario donde cumple condena y sigue leyendo una obra tras otra cuando sale de prisión. Para él, la libertad es leer. Anna Byrne trabaja como bibliotecaria en un centro penitenciario de Washington D.C. donde imparte un club de lectura a la vez que se encarga de proporcionarles libros a los internos. Gracias a ella, Hudson descubre mil mundos entre las páginas de varias lecturas. Por ello, los dos comparten devoción por los libros. Este hábito se vertebra más allá de lo anecdótico, ya que Pelecanos lo emplea para mostrar paralelismos entre personajes de la novela y de los textos que, ya sean mencionados o plasmados con fragmentos seleccionados, entroncan con la trama de esta historia. A modo de ejemplo, se dan autoreflejos de la lucha de personajes de ficción que después de vagar por un sendero oscuro consiguen un poco de luz en su cotidianeidad. El devenir de los personajes de las lecturas de las que se empapa Hudson plantea preguntas existenciales tanto a él como a lector. El autor usando este recurso narrativo con una gran brillantez hace hincapié en la literatura como entidad transformadora.

Si bien la investigación policial que lleva a cabo Ornazian y Ward posee un peso sólido en la historia, ellos comparten con Hudson la mirada nostálgica hacia el tejido urbano de su ciudad que conocen tan bien. Los comercios cambian. En la memoria de cada uno de los tres perviven establecimientos de su pasado que se yuxtaponen con un presente que les resulta extraño. Aunque se adapten a él, inciden en los cambios sociales y comerciales que mudan la imagen de Washington D.C. En este aspecto se percibe el gran conocimiento que el autor posee sobre la capital de EE.UU., debido al detallismo de las descripciones de las intersecciones de algunas calles o la fisionomía de los barrios. A través de esta mirada microscópica del D.C., se respira una parte de la añoranza de los personajes.

El hombre que volvió a la ciudad supone un viaje por el Washington D.C. del pasado y del presente, por las lecturas que pueblan esta novela y por el recorrido vital de Michael Hudson y Phil Ornazian. Entre trabajos turbios de dos expolicías y querer aprovechar una segunda oportunidad se construye una novela que cautiva.

George Pelecanos

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