El caballo blanco

Estándar

Caballo sea la noche (Candaya, 2019, Avinyonet del Penedès) incide en las cicatrices que dejaron en una madre y un hijo las ausencias del padre y el hijo mayor. Alejandro Morellón propone una mirada comparativa en torno a este vacío familiar mostrándonos cómo afrontan madre e hijo el hueco existencial de los que se marcharon. En esta novela rebosa el lirismo, el simbolismo y la memoria como refugio para evadir un presente demacrado por la falta de comunicación entre los dos miembros de una familia que no acaba de asumir la pérdida. Pese a su brevedad, en esta obra se palpa el aire asfixiante que circula entre madre e hijo.

El caballo blanco con el que sueña Alan refleja su yo onírico que cabalga en la noche con el poderío y la fuerza de un corcel indomable. Este animal interior con el que se siente identificado el chico simboliza la evasión familiar, los silencios, las ausencias y la huida de una realidad dolorosa que aún no ha sanado. Los sueños, donde todo parece posible, no son la única vía de escape. Este ente equino, que da título a la obra, es doblemente reconfortante a la hora de alejarse de un problema porque en el imaginario colectivo se asocia al constante movimiento hacia ninguna parte. Cabalgando por la noche eterna.

Cuando no queremos afrontar sucesos que nos ocurren en nuestra vida, nos cobijamos en imágenes oníricas, deseos o recuerdos. Estos recovecos de la memoria que suponen una ventana a un pasado dulce palian malos momentos por los que las personas podamos pasar. Para reactivarlos, Alan sueña. Su madre, sin embargo, vuelve a ellos repasando fotografías de álbumes familiares que retratan pequeñas dosis de felicidad que le ayudan a no pensar, a no sentir, a no sufrir por el tabú que lo separa de su hijo. Ese retiro hacia fragmentos del pasado la aísla de afrontar una solución conjunta que la sane a ella y a Alan. Los dos habitan el mismo hogar separados por un cisma compartido que va creciendo conforme más tiempo pasan sin tender un puente que los ayude a seguir adelante.

A la hora de abordar la pérdida del padre y del hermano mayor, se opta por marcar en las voces narrativas dos caminos paralelos que nos dan dos miradas de una misma historia familiar. El hijo apenas usa los nombres propios de su familia, ya que su discurso está repleto de lirismo, simbolismo, silencios cuyo peso nos explica el origen de la ruptura del núcleo familiar. Rosa, la madre, en su recorrido por las imágenes que captaron momentos felices con su familia opta por referirse a ellos por su nombre propio, su carácter, los detalles que se esconden tras cada instantánea y que enmascaran una doble pérdida que no quiere afrontar. Superar este bucle hacia el pasado sería una forma de continuar hacia adelante.

Caballo sea la noche retrata la fractura de una familia ante una tragedia, muestra cómo los dos supervivientes de este suceso lo arrastran en su cotidianeidad refugiándose en los sueños o en los recuerdos. Una madre y un hijo comparten un dolor silenciado que Morellón reproduce en un texto poblado por lirismo, omisiones de sucesos cuyo peso cargan Rosa y Alan y un ambiente asfixiante que se palpa en todo momento.

Fuente de las imágenes: Candaya

Deja un comentario